
"Las flores son mi lienzo."
Luisa Valeria Estrada Rivera, conocida artísticamente como Luisa de la Rosa, es una Artista Mexicana cuya obra nace de un gesto radical: Traducir el lenguaje de la naturaleza en arte que resiste su olvido.
Su práctica se sitúa en la intersección entre lo emocional, lo botánico y lo eterno, transformando flores y plantas reales en actos de memoria y homenaje.
Proveniente de una familia marcada por la sensibilidad artística —sobrina de los reconocidos artistas Juan Manuel, Damián y Raúl de la Rosa, así como del diseñador gráfico Óscar Estrada— creció rodeada de estímulos creativos que despertaron desde temprana edad su inclinación por el arte y la contemplación estética. Aunque la gente que la conocía y la vio crecer, creyó se iría por la línea del arte, al destacar desde niña en ello, se formó en otra área de su interés: los negocios. Se forma como Licenciada en Administración de Empresas por el Tecnológico de Monterrey, pero sin dejar de desarrollar y practicar el arte en distintas variantes.

Autodidacta en gran medida, ha explorado disciplinas como la pintura, la música, el diseño gráfico, la actuación, el modelaje y la fotografía, entre otras. Sin embargo, fue en 2020 cuando encontró su camino distintivo: fundó Votanical Floral Atelier, donde comenzó a experimentar con flores secas como medio principal. Con rigor técnico y sensibilidad emocional, desarrolló una técnica propia de conservación profesional que permite mantener la forma, color y anatomía de las flores, desafiando el paso del tiempo.
DESDE NIÑA, LAS FLORES HAN SIDO MI LENGUAJE, MI REFUGIO
Y MI FORMA DE VER EL MUNDO.
PARA MÍ, SON EL SÍMBOLO FÍSICO DEL MOMENTO EMOCIONAL. CUANDO SE MARCHITAN, REPRESENTAN EL FINAL DE UN CICLO, LA DECADENCIA, LA IMPERMANENCIA. PERO, EN LUGAR DE ACEPTAR ESA ETAPA TAL COMO ES, DECIDÍ INTERVENIR ARTÍSTICAMENTE PARA TRANSFORMARLAS EN ARTE QUE PREVALECIERA.
Y ASÍ, NO MURIERAN… A MI MANERA."

A lo largo de cinco años de trayectoria profesional, ha creado más de 200 obras a nivel nacional e internacional, narrando historias íntimas a través de la botánica emocional. Su técnica ha sido compartida con más de 50 alumnas en México y el extranjero, e incluso impartió clases de ella su alma mater, en el Tec Campus Monterrey. Su trabajo ha resonado con quienes buscan resguardar momentos significativos en una pieza de arte única. Le ha traído oportunidades de exhibir su obra en el Museo Metropolitano de Monterrey y centros culturales como Casa COA, donar las ventas de cuadros a beneficencias y hasta diseñar piezas para figuras públicas.
Vivir con una condición médica en la columna vertebral le ha impedido ejercer su práctica de forma lineal. Sin embargo, ha respondido con determinación y creatividad, adaptando su método a sus capacidades físicas y convirtiendo la adversidad en parte esencial de su narrativa artística.
El arte también ha sido una vía de sanación emocional. A través de su práctica, ha canalizado momentos de ansiedad, duelo, transformación y reencuentro con su historia personal. Por ello, Luisa es promotora del arte como herramienta de bienestar emocional y salud mental, especialmente en contextos donde el silencio, lo sentimental o lo femenino y hasta el arte, han sido minimizados. En 2024, tiene una experiencia que redefiniría su visión de la vida, y lo traslada a su expresión artística, lo cual la llevó a innovar su colección:

“Y tu barca sí tuvo que partir”
Mi altar, ofrenda y testimonio de una conexión eterna.
Obra inaugural de una técnica nacida del duelo, la memoria y el amor eterno. Esta pieza conserva flores auténticas: la primera que le dio mi abuelito, a mi abuelita, en un parque, a sus quince años, y las gladiolas que lo despidieron a él en su misa. De las dos gladiolas, una lo representa a él, y la otra a mí. Unidas para siempre, en una composición sobria y sagrada, guiada por la música que nos unía, mientras la realicé. Esa música siempre me recuerda a él con mi abuela, bailando juntos, en su lugar favorito.
Creada en un proceso de duelo íntimo, escuchando ‘La Barca’, esta obra encarna la promesa de que lo amado nunca desaparece del todo: se vuelve arte.

Decide pausar su profesión administrativa para dedicarse a la de artista de tiempo completo, por la alta demanda de solicitudes para obras y esto le permitiría enfocarse también en un estilo de vida en el que priorizara su salud, también.
Comprometida con su desarrollo continuo, en 2025 decide fusionar sus dos pasiones —el arte y los negocios— en Nueva York, al ingresar a cursos complementarios a su formación al Sotheby’s Institute of Art. Este paso marca un nuevo capítulo en su carrera, reafirmando su visión de profesionalizar su práctica y posicionar su obra a nivel internacional.
A partir de dicho año, al adoptar el nombre artístico “de la Rosa” representa para ella un homenaje a su linaje familiar y una afirmación de su identidad como artista. En un país donde el arte existe, pero difícilmente se valora; donde lo sensible se esconde y lo femenino se relega, Luisa hace de esto un movimiento a plasmar a través del gesto de conservar naturaleza, como una forma de resistencia.
Su arte no busca solo ser visto: busca ser recordado. Invita al espectador a una introspección emocional, a dialogar con lo que duele y florece al mismo tiempo, y a escuchar el lenguaje silencioso de la naturaleza.
En cada obra, la elegancia de lo orgánico se convierte en símbolo de permanencia dentro de lo temporal, para vestir espacios de símbolos sentimentales que acompañen nuestra travesía.